En primavera llueve mucho, este es un hecho que se suele olvidar cuando el 20 de septiembre se lanzan al aire comentarios del tipo "aaaah.. qué lindo, empieza la primavera, los pajaritos, las flores, el sol...". Esto empieza a ponerse en duda cuando el 21 (antes, cuando una era más jóven y tenía tiempo para estos eventos del tipo pic-nic primaveril) se observa el cielo con aflicción para descubrir que seguro se larga una tormenta tropical de esas que vuelan las servilletas, los vasitos de plastico y hasta los sanguchitos de miga. Por lo menos suele avisar y dar tiempo para levantar lo que queda del campamento y huir antes de que se largue. Hagan memoria, el día de la primavera suele pasar esto.
Pero aparte, en primavera llueve día por medio (menos donde hace falta, ok, las sequías son un bajón pero no estoy hablando de eso).
La lluvia sirve para que:
- En mi trabajo se inunde todo, se resuelva abrir la rejilla que hay en un cuarto y empiecen a brotar y desfilar las cucarachas como si nada (true story, pasó el viernes, por suerte no estaba).
- Las viejas salgan a pasear y mirar vidrieras con paraguas del tamaño de una sombrilla que taparía a 4 en la playa de Mar del Plata. A ver señora, en Corrientes y Gascón o modera el tamaño de su arma mortal o se moja un poco.
- Yo confiese mis traumas con el paraguas: los rompo, siempre. Los chiquitos (esos que sirven tan bien para llevar en la cartera de la dama y la campera o mochila del caballero) no me duran ni dos tormentas, los grandes duran más pero los uso menos porque son molestísimos. Debe ser por eso que duran.
- Yo confiese un segundo trauma: compartir paraguas es medio un garrón. Todo bien si quienes lo comparten tienen la misma altura (petiso-petiso o alto-alto). Otras variantes resultan casi siempre en que las petisas nos mojamos. Y no hay romanticismo o amistad que lo resuelva.
- Yo haga un post sobre la lluvia y sea lo menos original del mundo, hoy que todos hablan de ella.