Ninguna familia está exenta de discusiones. Algunos discuten porque se llevan mal, otros se llevan tan mal que ni siquiera discuten, eso es peor. Otros discuten porque son muchos, muy distintos, o muy parecidos. Mi familia extendida entra en alguno de estos dos últimos grupos, según el día.
El truco, aprendí hoy, es entender que si la discusión no tiene sentido para nosotros simplemente hay que dejarla pasar y tomarse muchos vasos de agua. Aprenderlo me costó algunos enojos (mío y ajenos) y hacer mucho pis después de que la discusión terminó. Valió la pena.
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