-"No te asustes por lo que voy a decirte", me dijo con cara de por favor, no explotes.
Yo esperaba en la puerta de salida C, con mi mochila y bolso en mano y con su valija bajo mi cuidadosa custodia.
-"Los pasajes están mal, son para mañana"
-"¿Quéee?"
Ni la seguidilla de preguntas en distintas ventanillas de empresas de transporte, ni los inútiles ruegos a empleadas de la empresa que sí nos correspondía (pero no hoy, mañana), lograron sacarnos de esa terminal en el día planeado. Ok, Freud podrá decir que el plan verdadero era el que figuraba en los pasajes, que nunca quisimos volver el lunes. Ok, yo podré no hacer caso de esa teoría por hoy.
Entonces nos quedamos una noche más en Montevideo: en el hotel más barato y más cercano a la terminal que pudimos encontrar. Y comimos sandwiches que eran para el micro, pero en la plaza. Y vimos mucha tele, e hicimos mucha fiaca. Caminamos por la ciudad un poco más ("me gustó esta ciudad", no paro de repetir...) y a la noche cenamos en Mc Donald's.
Y lo mejor, pude solucionar una cuenta pendiente: le gané a Oso al Scrabel.
Ahora ya sabemos el verdadero sentido de este día de yapa.
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