Hoy a la mañana, ayer a la tarde/noche... no se hablaba de otra cosa. ¡Se viene Santa Rosa!
Lluvia torrencial, vientos huracanados y granizo al por mayor, todo era esperable y pronosticable. La anticipación al hecho hizo que, no tan común en mí, saliera con paragüas presuponiendo la lluvia que inevitablemente caería para inundarlo todo. Pensé cuidadosamente mi vestuario por la mañana y decidí que lo mejor era ir al trabajo en zapatillas, para no arruinar mis botas con los litros y litros, ríos y ríos de agua que correrían por las calles de nuestra ciudad.
Yendo al trabajo no me mojé. En cambio me pasó que sabiendo todo lo que iba a llover desarrollé una enorme bronca y negación hacia la idea de dirigirme desde la oficina a la facultad a juntarme con compañeras a hacer un trabajo práctico. Pensar que iba a diluviar de esa manera y yo yendo para el lado contrario a la ubicación de mi casa no era una idea que me causara ninguna gracia.
Algo llovió, sí, pero nada que hiciese imposible mi traslado. Casi no me mojé en todo el día, y casi no tuve que usar el paragüas.
Dos conclusiones al respecto:
- Si no me hubiese(n) hecho tanto la cabeza, mi día habría sido mucho más tranquilo y se habrían tenido que pelear menos mis sentidos del querer con el deber.
- Los Santos ya no son lo que eran.
miércoles, 27 de agosto de 2008
martes, 26 de agosto de 2008
El colmo
Clarín Online se dedica periodicamente a publicar colecciones de fotos en torno a un tema, o como ellos lo llaman: fotorreportajes. Nada tengo en contra de éste género, ni muchísimo menos.
Si no fuese porque hace unos días uno de estos reportajes llamó mi atención y me hizo cuestionarme una vez más si quienes hacen Clarin conocen el límite entre la ironía, el cinismo y la ilusión de creerse tan superiores que pueden engañar a todos.
El reportaje en cuestión se titula "Descansos" y en su párrafo introductorio (el único material escrito que acompaña a las fotos, sin contar algunos epígrafes seudo-ilustrativos) dice lo siguiente: "La vida actual en los grandes centros urbanos, con sus prisas, su ritmo acelerado y sus exigencias hacen que cada vez más gente sufra trastornos del sueño. Cualquier lugar y momento del día es bueno para dormir y recuperar energías." Después de leer esta apacible descripción, uno esperaría encontrar fotos inofensivas, ingenuos retratos de personas descansando en el colectivo, en un banco de plaza al sol o similares.
Pues no, haciendo alarde del cinismo abierto de una manera que me sorprendió aún viniendo de donde viene, la colección despliega fotos en su mayoría de personas sin hogar, durmiendo en las calles, precariamente tapadas con cartones. O acurrucadas con un perro bajo la sombra de un árbol en alguna plaza.
Que no me venga a decir el fotógrafo (Javier Castillo) o el editor del diario que se confundieron la cruda realidad que muestran las fotos con la suave y casi anecdótica visión de la urbe moderna con que intentaron disfrazarla.Tampoco puede argumentarse que se trataba de un toque irónico y ácido.
Es, sencillamente, crueldad y ánimo de borronear una problemática grave con una reflexión posmoderna estúpida.
Para los que no me crean, o quieran deleitarse con esta obra: http://www.clarin.com/diario/2008/08/11/conexiones/t-01733149.htm
Si no fuese porque hace unos días uno de estos reportajes llamó mi atención y me hizo cuestionarme una vez más si quienes hacen Clarin conocen el límite entre la ironía, el cinismo y la ilusión de creerse tan superiores que pueden engañar a todos.
El reportaje en cuestión se titula "Descansos" y en su párrafo introductorio (el único material escrito que acompaña a las fotos, sin contar algunos epígrafes seudo-ilustrativos) dice lo siguiente: "La vida actual en los grandes centros urbanos, con sus prisas, su ritmo acelerado y sus exigencias hacen que cada vez más gente sufra trastornos del sueño. Cualquier lugar y momento del día es bueno para dormir y recuperar energías." Después de leer esta apacible descripción, uno esperaría encontrar fotos inofensivas, ingenuos retratos de personas descansando en el colectivo, en un banco de plaza al sol o similares.
Pues no, haciendo alarde del cinismo abierto de una manera que me sorprendió aún viniendo de donde viene, la colección despliega fotos en su mayoría de personas sin hogar, durmiendo en las calles, precariamente tapadas con cartones. O acurrucadas con un perro bajo la sombra de un árbol en alguna plaza.
Que no me venga a decir el fotógrafo (Javier Castillo) o el editor del diario que se confundieron la cruda realidad que muestran las fotos con la suave y casi anecdótica visión de la urbe moderna con que intentaron disfrazarla.Tampoco puede argumentarse que se trataba de un toque irónico y ácido.
Es, sencillamente, crueldad y ánimo de borronear una problemática grave con una reflexión posmoderna estúpida.
Para los que no me crean, o quieran deleitarse con esta obra: http://www.clarin.com/diario/2008/08/11/conexiones/t-01733149.htm
lunes, 25 de agosto de 2008
Un solo Paso
Estoy empezando a pensar que mi relación con los colectivos ya es enfermiza. Que acapara gran parte de mi vida. Y no solamente por el tiempo que paso viajando en ellos, sino ahora también por el tiempo que paso pensando en ellos.
Cuando en la facultad nos dieron una consigna tan amplia como libre para que armemos una revista, no pude evitar pensar inmediatamente en una revista para leer en el colectivo, o que hablara sobre colectivos o algo así.
Creo que es una mezcla del odio que me genera el tiempo que me hacen perder, con una sensación de curiosidad y fascinación.
Es un poco como el síndrome de estocolmo, no?
Cuando en la facultad nos dieron una consigna tan amplia como libre para que armemos una revista, no pude evitar pensar inmediatamente en una revista para leer en el colectivo, o que hablara sobre colectivos o algo así.
Creo que es una mezcla del odio que me genera el tiempo que me hacen perder, con una sensación de curiosidad y fascinación.
Es un poco como el síndrome de estocolmo, no?
sábado, 16 de agosto de 2008
Por que sí, y se acabó.
Definitivamente no sería capaz de estudiar Filosofía.
Leyendo a Descartes y sus célebres meditaciones metafísicas, surge en mí pasada la tercera página la urgencia de gritarle: "¡Bastaaa!". No entiendo cómo logró escribir esas agotadoras páginas llenas de planteos interminables sobre las cosas ciertas, las dudosas y las que supondremos por ahora que son falsas, sin cortarse con un cuchillo para manteca.
Hablando de marcos, de condiciones materiales y de impresiones subjetivas se puede arribar a lo mismo. Prefiero -yo que no nací para filósofa- tratar con el mundo tal como es, a lo sumo estudiar cómo fue y por qué llegó a ser como hoy, y por supuesto analizar qué se podría hacer para cambiarlo.
Pero de ahí a interrogarse sobre la posibilidad de que no sea tal como lo experimentamos... creo que es un camino de ida.
Habiendo tantos por qués en la vida que no logro descifrar y que no pronostico que dejen de perseguirme, no tengo interés en sumarme preocupaciones de la índole mencionada más arriba.
Leyendo a Descartes y sus célebres meditaciones metafísicas, surge en mí pasada la tercera página la urgencia de gritarle: "¡Bastaaa!". No entiendo cómo logró escribir esas agotadoras páginas llenas de planteos interminables sobre las cosas ciertas, las dudosas y las que supondremos por ahora que son falsas, sin cortarse con un cuchillo para manteca.
Hablando de marcos, de condiciones materiales y de impresiones subjetivas se puede arribar a lo mismo. Prefiero -yo que no nací para filósofa- tratar con el mundo tal como es, a lo sumo estudiar cómo fue y por qué llegó a ser como hoy, y por supuesto analizar qué se podría hacer para cambiarlo.
Pero de ahí a interrogarse sobre la posibilidad de que no sea tal como lo experimentamos... creo que es un camino de ida.
Habiendo tantos por qués en la vida que no logro descifrar y que no pronostico que dejen de perseguirme, no tengo interés en sumarme preocupaciones de la índole mencionada más arriba.
viernes, 15 de agosto de 2008
¿Qué hacés vos acá?
Otro tipo de encuentro curioso.
Sucede cuando uno camina por una calle cualquiera, o se sube a un colectivo por décima vez en el día, o sale de una entrevista laboral.
Allí, donde uno no lo esperaba, está una persona muy, algo, poco o remotamente conocida.
La pregunta sobreviene inevitablemente: "¿Qué hacés vos acá?"
La respuesta puede ser tan simple como "acá.. esperando el colectivo" o tan sorprendente como "desde el mes pasado soy re gros@ y trabajo acá en esta bruta empresa, cosa de todos los días"
El diálogo continúa con la pregunta en dirección contraria y luego una serie de exclamaciones como "qué loco" "qué casualidad, mirá que venir a encontrarnos acá!!" y otras por el estilo que sería en balde repetir pues todos conocemos.
Lo que me motiva a escribir sobre este tipo de encuentros es el hecho de que en menos de dos días me encontré:
-con una ex-compañera de primaria, mientras yo salía de una entrevista a la que fui por mi trabajo y ella entraba a trabajar en una empresa en micro centro.
- con mi prima, por la avenida cabildo, mientras ella esperaba el colectivo para ir al centro y yo volovía de la ya mencionada reunión.
- con un ex compañero de cursos de inglés, en el tren hacia mi trabajo.
El barrio, la ciudad, el mundo.... es chiquito, muy chiquito. Y contrario a lo que todos pensamos, no somos muchos millones viviendo en Buenos Aires, somos solo algunos pocos.
Si no, no se entiende.
Sucede cuando uno camina por una calle cualquiera, o se sube a un colectivo por décima vez en el día, o sale de una entrevista laboral.
Allí, donde uno no lo esperaba, está una persona muy, algo, poco o remotamente conocida.
La pregunta sobreviene inevitablemente: "¿Qué hacés vos acá?"
La respuesta puede ser tan simple como "acá.. esperando el colectivo" o tan sorprendente como "desde el mes pasado soy re gros@ y trabajo acá en esta bruta empresa, cosa de todos los días"
El diálogo continúa con la pregunta en dirección contraria y luego una serie de exclamaciones como "qué loco" "qué casualidad, mirá que venir a encontrarnos acá!!" y otras por el estilo que sería en balde repetir pues todos conocemos.
Lo que me motiva a escribir sobre este tipo de encuentros es el hecho de que en menos de dos días me encontré:
-con una ex-compañera de primaria, mientras yo salía de una entrevista a la que fui por mi trabajo y ella entraba a trabajar en una empresa en micro centro.
- con mi prima, por la avenida cabildo, mientras ella esperaba el colectivo para ir al centro y yo volovía de la ya mencionada reunión.
- con un ex compañero de cursos de inglés, en el tren hacia mi trabajo.
El barrio, la ciudad, el mundo.... es chiquito, muy chiquito. Y contrario a lo que todos pensamos, no somos muchos millones viviendo en Buenos Aires, somos solo algunos pocos.
Si no, no se entiende.
miércoles, 6 de agosto de 2008
¡Tanto tiempo!
Los reencuentros son un tipo aparte dentro de la categoría "reuniones de amigos". Totalmente en boga actualmente en este momento de auge del Facebook y otras redes por el estilo. También pueden ser generados por teléfono, msn o casualidad. Mi impresión es que son siempre eventos dignos de comentarse.
Es bastante sabido que cuando uno se encuentra con un grupo grande de gente que no ve hace mucho, dos grandes posibilidades son las que se abren:
- Que la charla sea fluída pero predecible: "¿Y vos, en qué andas? Laburo, facu, novi@?" y se agote rápidamente aunque se repita tantas veces como personas con las que uno se esté reencontrando existan en ese momento/lugar.
- Que la charla, una vez pasado el ineludible "¿En qué andas?" se torne más interesante, derive a rumbos impensados y uno por fin recuerde por qué era que tenía ganas de reencontrarse con esa o esas personas.
El sábado fui parte de dos de estos eventos, muy diferentes entre sí. Uno fue planificado con mucha anticipación (justamente a través de facebook) y el otro muy improvisado.
Uno fue multitudinario y otro muy íntimo.
Con unos no me veía hace muuuucho y con otros sencillamente hace un rato, un par de meses.
Ambos tipos de charla según figuran arriba estuvieron presente en mayor o menor medida en los dos casos.
Como dije, ambos dignos de comentarse.
Y de repetirse.
Es bastante sabido que cuando uno se encuentra con un grupo grande de gente que no ve hace mucho, dos grandes posibilidades son las que se abren:
- Que la charla sea fluída pero predecible: "¿Y vos, en qué andas? Laburo, facu, novi@?" y se agote rápidamente aunque se repita tantas veces como personas con las que uno se esté reencontrando existan en ese momento/lugar.
- Que la charla, una vez pasado el ineludible "¿En qué andas?" se torne más interesante, derive a rumbos impensados y uno por fin recuerde por qué era que tenía ganas de reencontrarse con esa o esas personas.
El sábado fui parte de dos de estos eventos, muy diferentes entre sí. Uno fue planificado con mucha anticipación (justamente a través de facebook) y el otro muy improvisado.
Uno fue multitudinario y otro muy íntimo.
Con unos no me veía hace muuuucho y con otros sencillamente hace un rato, un par de meses.
Ambos tipos de charla según figuran arriba estuvieron presente en mayor o menor medida en los dos casos.
Como dije, ambos dignos de comentarse.
Y de repetirse.
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