¿Quién dijo que hay deportes que son propiedad exclusiva de la clase alta, que puede pagar el equipamiento, el club, el instructor?
Hoy a la mañana, (tipo 10 y pico) cuando bajé del tren camino al trabajo, mientras cruzaba la mini-plaza que separa la Autopista Lugones de la Avenida Figueroa Alcorta, no pude menos que sorprenderme y contener una risotada al ver que ahí mismo, en la vía pública como quien dice, dos hombres de la tercera edad se habían armado un partidito, pero de golf. Nada de improvisado tenía su juego, contaban con palos y pelotitas como corresponde, aunque no llego a entender bien si habrían hecho huecos en la tierra o si solo jugarían a tirar a pelotita de acá para allá ida y vuelta.
Mientras cruzaba la mencionada plaza, y al hacerlo me interponía por momentos inevitablemente (aunque con un poquito de a propósito) en su línea de juego, pensé que si no hubiese tenido que entrar en ese momento a trabajar, me habría gustado quedarme a mirarlos un ratito. Y a hacerles hinchada. O bueno, quizás no, pero lo que es seguro es que eran dos grosos.
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1 comentario:
El golf sigue ahí, en la misma plaza. Pero ahora cuando paso no son dos los que juegan, sino uno...
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