Resulta que hay cosas muy chiquitas por la calle que, si uno las acompaña con un poquito de sol, un poquito de buena música en los auriculares y la promesa de no muchas obligaciones por la tarde de ese mismo día, pueden resultar en un auténtico catalizador para la sonrisa y el buen humor.
Por caso, un graffiti ingenioso en alguna pared, un personaje interesante que se nos cruce, alguna postal porteña ...
El jueves, cuando salía del trabajo y mientras caminaba hacia la parada de colectivo, divisé en la esquina opuesta en diagonal a la que yo me hallaba:
Un "garita" (o seguridad, no sé cuál es el término correcto) que mientras cumplía con su cotidiana jornada de trabajo dentro de su estrecho lugar de ídem, procedía a cumplir con otra ocupación cotidiana: afeitarse. Espuma y todo, el hombre realizaba esta delicada tarea tranquilamente a la vista de los transeúntes.
De mi parte, gracias. Me arrancó una sonrisa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario